jueves, 15 de mayo de 2014

Claroscuro - La contaminación petrolera en la Amazonia Ecuatoriana. Barbara Mészáros

 La Amazonia no solamente lleva la titulación ʻʻPulmón de la Planeta” por casualidad sino por el equilibrio climático que mantiene en la Tierra. Como todos lo sabemos la mayoría de los ingresos de CO² y las salidas de O² están balanceados por esta región selvática que abarca alrededor de seis millones de km² en el continente sudamericano. Además, en este edén encontramos una fauna rica que cuenta con una cantidad significante de aves, mamíferos, reptiles y otras especies de animales. Por su reserva natural de grandes proporciones no es sorprendente que su biodiversidad la convierta en el mayor ecosistema del mundo.
La compañía petrolera Chevron-Texaco mediante su operación desde 1964 hasta 1990, en Nueva Loja, Ecuador, depositó más de 80 mil millones litros de aguas residuales tóxicos, derramó approximadamente 77 mil millones litros del petróleo crudo y dejó centenares de hoyas ahuecadas en los territorios forestales. El resultado fue y aún en el presente sigue siendo uno de los desastres ambientales peores en el planeta. En inglés se refiere también a este fenómeno como a ʻʻRainforest Chernobyl”.
La contaminación del suelo, de las aguas subterráneas y de los ríos superficiales ha causado una serie de enfermedades cancerosas entre la gente de los pueblos indígenas locales. Enteras familias murieron y todavía muchos padecen de diversas dolencias anormales en aquella región. La infertilidad del suelo imposibilitó la cultivación de la tierra y desde entonces los habitantes tampoco pueden vivir de la ganadería por las enfermedades de sus animales. La gente nativa por estas razones está forzada a abandonar su lugar natal. Por eso no solamente podemos destacar que este caso se frenta con problemas ecológicos sino que además desafora los derechos fundamentales humanos de los indígenas latinoamericanos.
Por supuesto, la empresa estadounidense nunca admitió su responsabilidad por los males que había producido en la área de Nueva Loja. El caso judicial que empezó en 1993 conseguí una sentencia a beneficio de las demandantes solamente en el año 2011, el 14 de febrero. Naturalmente, la Chevron-Texaco desde entonces ha apelado contra la sentencia. Sin embargo, el dinero no pudiera compensar toda la pérdida que la contaminación ya había causado en este territorio en cuanto a las dimensiones cultural, social o biodiversitaria.
A mi juicio, la única solución (aunque fuera bastante utópica) es crear un tribunal supranacional que juzgara en temas ambientales en todas las partes del mundo y que pudiera en efecto ejercer poder en los asuntos similares al expuesto arriba.

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