La Amazonia no solamente lleva la titulación ʻʻPulmón de la
Planeta” por casualidad sino por el equilibrio climático que
mantiene en la Tierra. Como todos lo sabemos la mayoría de los
ingresos de CO² y las salidas de O² están balanceados por esta
región selvática que abarca alrededor de seis millones de km² en
el continente sudamericano. Además, en este edén encontramos una
fauna rica que cuenta con una cantidad significante de aves,
mamíferos, reptiles y otras especies de animales. Por su reserva
natural de grandes proporciones no es sorprendente que su
biodiversidad la convierta en el mayor ecosistema del mundo.
La compañía
petrolera Chevron-Texaco mediante su operación desde 1964
hasta 1990, en Nueva Loja, Ecuador, depositó más de 80 mil millones
litros de aguas residuales tóxicos, derramó approximadamente 77 mil
millones litros del petróleo crudo y dejó centenares de hoyas
ahuecadas en los territorios forestales. El resultado fue y aún en
el presente sigue siendo uno de los desastres ambientales peores en
el planeta. En inglés se refiere también a este fenómeno como a
ʻʻRainforest Chernobyl”.
La contaminación del suelo, de las aguas subterráneas y de los ríos
superficiales ha causado una serie de enfermedades cancerosas entre
la gente de los pueblos indígenas locales. Enteras familias murieron
y todavía muchos padecen de diversas dolencias anormales en aquella
región. La infertilidad del suelo imposibilitó la cultivación de
la tierra y desde entonces los habitantes tampoco pueden vivir de la
ganadería por las enfermedades de sus animales. La gente nativa por
estas razones está forzada a abandonar su lugar natal. Por eso no
solamente podemos destacar que este caso se frenta con problemas
ecológicos sino que además desafora los derechos fundamentales
humanos de los indígenas latinoamericanos.
Por supuesto, la empresa estadounidense nunca admitió su
responsabilidad por los males que había producido en la área de
Nueva Loja. El caso judicial que empezó en 1993 conseguí una
sentencia a beneficio de las demandantes solamente en el año 2011,
el 14 de febrero. Naturalmente, la Chevron-Texaco desde entonces ha
apelado contra la sentencia. Sin embargo, el dinero no pudiera
compensar toda la pérdida que la contaminación ya había causado en
este territorio en cuanto a las dimensiones cultural, social o
biodiversitaria.
A mi juicio, la única solución (aunque fuera bastante utópica) es
crear un tribunal supranacional que juzgara en temas ambientales en
todas las partes del mundo y que pudiera en efecto ejercer poder en
los asuntos similares al expuesto arriba.
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